Ahora estoy feliz, después me da ansiedad y mañana me enfado…
Todos los que estáis leyendo este artículo conocéis el “tobogán” del mundo de nuestras emociones. Como torrentes o cascadas, las emociones nos invaden y nos hacen ser quien somos, con nuestra particular forma de sentir, que nos llevan a pensar y actuar de una forma “muy nuestra”, podríamos decir.
Intentemos definir qué es realmente una emoción
Las emociones, entendidas como un conjunto de repuestas internas y automáticas a estímulos externos, nos adaptan al medio donde nos encontramos. Son parte fundamental en el funcionamiento de nuestra mente y de nuestro cerebro.
Qué hace nuestra mente cuando sentimos
Todo va conectado: las emociones con el pensamiento, y éste con la conducta. O viceversa. En realidad están conectados entre ellos y son inseparables.
Pero las emociones SON LO PRIMERO QUE HABITUALMENTE EXPERIMENTAMOS
Una revisión de los tipos de emociones humanas
Tradicionalmente se ha diferenciado entre emociones primarias y emociones secundarias, considerándose las primeras como innatas –heredadas genéticamente y no adquiridas-, a diferencia de las segundas, que surgen cuando nos relacionamos y a partir de la experiencia –condicionadas por procesos de aprendizaje y sociabilización.
Emociones primarias o básicas: todos las tenemos y las sentimos de forma parecida.
Alegría.
Estado emocional donde se suprimen las sensaciones negativas o de incomodidad, generándose sensación gratificante de tranquilidad y calma. La mente asocia este estado con placer, diversión y armonía sensual. En un extremo de intensidad emocional, conduce a la euforia y el éxtasis.
Tristeza.
Sensación de disminución de la ilusión y la energía por los estímulos cotidianos. Puede enlentecer el metabolismo y conducirnos a una situación de aislamiento. En caso de máxima intensidad, puede conducir a la depresión.
Miedo.
Sensación de parálisis de nuestro organismo ante una situación con necesidad de escape, junto con un estado de máxima alerta, nerviosismo, ansiedad y preocupación. En un extremo conduce al pánico y la fobia.
Ira.
Estado de excitación del organismo con aumento del nivel de adrenalina, que favorece la respuesta agresiva, vivido con sensación de hostilidad, furia e indignación. En intensidad extrema puede llevar al odio patológico.
Aversión.
Sensación automática de rechazo o repugnancia hacia algo o alguien, vivida de forma muy desagradable y con necesidad de evitación. Puede llevar a estados de fobia y respuestas metabólicas alteradas.
Sorpresa.
Reacción automática donde se elevan las cejas y se aumenta el campo visual, recibiendo mayor información sensorial para tomar una decisión ante un acontecimiento.
¿Y las emociones secundarias?
Como decíamos, se trata de estados emocionales que, aunque se experimenten como automáticos, en realidad su vivencia depende en gran medida de los procesos de aprendizaje y socialización por los que cada persona haya pasado, así como de los esquemas del pensamiento o modelos de pensamiento que cada cual haya asimilado a lo largo de la vida.
Algunas emociones consideradas secundarias son experimentadas como una combinación de emociones primarias, como por ejemplo:
- La alarma: combinación de miedo + sorpresa
- La decepción: combinación de tristeza + sorpresa
- El remordimiento: combinación de tristeza + aversión
- El desprecio: combinación de aversión + ira
Podemos ampliar la lista de emociones secundarias, en función de otras combinaciones:
- El amor : afecto + alegría + confianza
- La agresión: ira + anticipación
- La sumisión: confianza + miedo
- El optimismo: alegría + anticipación
Como vemos, el mundo de las emociones secundarias es muy amplio, así como la forma de experimentarlas, por parte de cada uno de nosotros.
Aunque lo más importante es saber gestionarlas de forma adaptativa, para que nos ayuden en nuestro quehacer cotidiano y en nuestras relaciones interpersonales.
Si quieres aprender a mejorar tu propia gestión emocional, lee nuestro siguiente artículo. Seguro que te resultará provechoso.
