¿Cuántas veces habréis leído o escuchado esto de la gestión de las emociones?

En los últimos años esta expresión se ha utilizado hasta la saciedad. Tiene todo el sentido, ya que DEBEMOS GESTIONAR LAS EMOCIONES PARA MANTENERNOS ADAPTADOS AL ENTORNO.

En otras palabras… si no manejas bien tus emociones, tendrás problemas con quien te rodea y sufrirás estrés y ansiedad, sin remedio.

¿Y cómo se gestionan? ¿Qué tengo que hacer?

Es bien sabido que una buena gestión de las emociones nos ayuda a vivir de forma más satisfactoria, canalizando mejor la tensión de la vida cotidiana y ayudándonos a manejar mejor las situaciones de estrés.

En este sentido, según Wayde Goodall, no es el estrés el que nos hace caer, es cómo respondemos a las situaciones de estrés.

Por lo tanto, saber realizar una buena gestión de las emociones es un factor clave ante el estrés y, en consecuencia, su correcta gestión nos mantiene más sanos mentalmente y mejor preparados para una vida más equilibrada, placentera y exitosa.

¿Puedo aprender formas de controlar mis emociones?

Sí, desde luego.

Existen estrategias concretas que funcionan en la mayor parte de las personas, aunque hay que saber ser paciente y constante, para incorporarlas a nuestra rutina habitual.

UN APUNTE PREVIO

Aunque existen ciertas técnicas de control emocional cada vez más conocidas y populares –como la meditación y el mindfulness-, lo más aconsejable es aplicar un enfoque multidimensional al proceso de aprendizaje de la gestión emocional, ya que todos somos distintos y siempre habrá personas que no sabrán meditar, así como habrá otras a las que les costará manejar sus pensamientos, etc.

En este sentido, lo más acertado es trabajar las emociones tanto desde lo cognitivo, lo fisiológico, lo conductual y lo emocional, aprovechando el aporte de cada uno de estos enfoques.

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Una mala gestión puede suponer una profunda infelicidad

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Identifica lo que conviene afrontar y lo que conviene evitar. 

Está claro que no podemos autoexigirnos el manejo simultáneo de todos los estresores que se nos presentan a diario, con lo que es preciso poder decidir cuáles afrontamos y cuáles no. En consecuencia, debemos identificar entre lo importante, lo urgente, lo necesario y lo superfluo. En definitiva, ser selectivos y actuar en consecuencia.

Redirige la atención

El pensamiento humano tiene una naturaleza continua y fluctuante. De hecho siempre estamos pensando, y si focalizamos siempre nuestra atención hacia nuestros pensamientos y preocupaciones, lo más probable es que acabemos con más preocupaciones, miedos y anticipaciones negativas. Como antídoto, una de las formas más eficaces para acercarnos a un estado de calma interior y de armonía, es utilizar el mindfulness o la atención plena. Consiste en un tipo de meditación donde se trata de tomar consciencia del momento presente, sin juzgar ni pretender ningún otro objetivo. Se trata de vivenciar ese momento.

Proyecta hacia un futuro cercano mejor

En numerosas ocasiones nuestro presente está lleno de estresores -con complicaciones añadidas-, empujándonos hacia una gran ansiedad, temores y frustración. En estos momentos, puede ser de gran ayuda hacer un esfuerzo para proyectarnos –imaginar y trazar un camino para conseguir ciertos objetivos-, hacia logros deseables que nos reconforten y contribuyan a creer en nosotros mismos. Logros que, cuánto más realistas y fáciles de conseguir sean, más nos ayudarán.

Busca un momento del día para pensar, reflexionar tus preocupaciones actuales y tomar decisiones

Decide unos minutos concretos al día, cuando tengas más calma y menos ocupaciones a realizar, parar dedicar tu pensamiento y atención a aquellas preocupaciones o problemas que debas atender o debas tomar decisiones para encontrar soluciones. Y recuérdate a ti mismo/a que solamente te dedicarás a ello en este momento del día, no durante el resto del tiempo ni a cualquier hora, ya que ello nos dejaría a merced de los vaivenes del propio pensamiento.  

Relativiza, considerando la peor de las consecuencias.

Ante aquellos estresores que consideramos inasumibles, en más de una ocasión los aceptaremos mejor si nos ponemos ante el peor de los casos y nos centramos en buscar alternativas y salidas hacia adelante. Recordemos que todo momento de crisis es cambio, y como tal puede ser una oportunidad a mejor. Esta actitud nos ayudará a alejarnos del bloqueo emocional y nos ayudará a gestionar los momentos más críticos.

Incluye la relajación y la meditación en tus pautas habituales de higiene mental.

Esta es una de las herramientas más eficaces y aconsejables para fomentar una buena gestión de las emociones. Se basa en la práctica continuada –con paciencia y constancia- de ejercicios que fomenten aspectos como la desfocalización del pensamiento, la atención plena en momento presente o la relajación diafragmática con respiración profunda, entre otras.

Busca y cultiva tu actividad antiestrés.

La mayoría de las personas tenemos aficiones e intereses personales, nos dediquemos a ellos o no. O bien sabemos qué nos gusta y nos relaja, sean actividades individuales o sociales, domésticas o externas, deportivas o sedentarias, de lectura o de manualidades, etc. Actividades que en definitiva nos pueden servir para canalizar la tensión o frustración cotidiana, o bien para conectarnos mejor con nosotros mismos. Se trata de probar algunas y quedarnos con las que nos compensen más, convirtiéndolas en un hábito de vida.

Como hemos visto, existen diferentes herramientas donde elegir. Se trata de que cada uno de nosotros busque cuál o cuáles le funcionan mejor, y las  incorpore en su vida habitual.

El esfuerzo inicial valdrá la pena.

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Una buena gestión nos evita perder a la gente

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