Las vacaciones de verano representan unas de las actividades de ocio más esperadas a lo largo de cada año, para la inmensa mayoría de la población adulta laboralmente activa, así como para los niños.
Dado nuestro estilo de vida actual, en general muy acelerado y consumista, el periodo vacacional es una importante fuente de esfuerzo y de expectativas, que suelen conducir a un estado de satisfacción, pero que también nos pueden generar frustración, así como un esfuerzo económico y de organización importante. Y, por supuesto, es un periodo que implica un cambio de hábitos cotidianos respecto al periodo laboral.
En cualquier caso y considerando los resultados de algunos estudios serios sobre el tema (Jeroen Nawijn, 2008 y 2009), parece que la inmensa mayoría de las personas que hacen vacaciones afirman haber tenido unas vacaciones muy satisfactorias (hasta 98%), independientemente de la llamada “tristeza posvacacional”.
Lo más sorprendente de estos resultados, es que esta percepción de elevada satisfacción por las vacaciones vividas no guarda relación directa con las experiencias reales tenidas durante el propio periodo vacacional, sino que parece fruto de una selección memorística que, a posteriori, “se queda” con ciertos recuerdos vacacionales concretos -muy positivos-, en detrimento de otras experiencias más frustrantes que puedan haber ocurrido durante las vacaciones reales.
De hecho, este fenómeno se denomina “efecto color de rosa”, expresión creada a finales de los años 90 por Terrence Mitchel, de la Universidad de Washington. Según este autor, las personas tendemos a anticipar y recordar nuestras vacaciones como si las hubiéramos disfrutado mucho más de lo que en realidad las disfrutamos, cuando las estamos experimentando.
En cualquier caso, desde aquí os damos algunos consejos para tener en cuenta a la hora de preparar sus vacaciones, para que puedan ser gratificantes, reparadoras y beneficiosas:
Pensar con realismo y decidir el tipo de vacaciones que “sentimos” que realmente necesitamos hacer, sin dejarnos influir por la publicidad imperante, las personas de nuestro entorno o las modas del momento.
Rehuir de actitudes autoexigentes, que pueden conducir a formarnos demasiadas expectativas, angustiándonos innecesariamente.
Renunciar a iniciar en paralelo todas las actividades de ocio que hemos decidido hacer. Es mejor priorizar e ir con calma, en función de nuestro estado emocional, según cada momento.
Tener en cuenta que durante los primeros días de vacaciones, estaremos todavía bajo los efectos de un estilo de vida más acelerado e influido por la dinámica laboral, y que por tanto no debemos llenarnos de mucha actividad vacacional. Lo más importante es permitirnos un cambio de ritmo progresivo “a la baja”.
En relación a los últimos días de vacaciones, tenemos que hacerlo a la inversa, aumentando progresivamente nuestra actividad cotidiana para aclimatarnos mejor al regreso del ritmo laboral habitual, minimizando el llamado “síndrome postvacacional”.
Y ahora sí ….., buenas vacaciones reparadoras a todos nuestros lectores!