En este sentido, la TC centra su campo de acción en la aplicación de técnicas concretas, a partir del estudio y comprensión de los procesos y las estructuras mentales, aplicando un modelo científico a dicho estudio, y centrándose en el ámbito de la organización y significado de las experiencias que las personas realizamos a lo largo de nuestra vida.

A pesar del desarrollo experimentado por la TC durante los últimos años, la cual se ha diversificado y diferenciado de forma significativa –terapia cognitivoconductual, terapia centrada en esquemas cognitivos, terapia cognitivosocial, terapia constructivista–, una de las características fundamentales que comparten todas ellas, es la de proporcionar a la persona una mejor comprensión del funcionamiento del propio pensamiento y su relación con las emociones y el comportamiento final.

Este planteamiento no ignora la interrelación entre los procesos biológicos, conductuales, relacionales, afectivos y cognitivos, más bien al contrario, considera que todos se ven afectados a partir del procesamiento de los elementos propios de la cognición humana, como son los pensamientos, las imágenes y las creencias, los cuales dotan de significado a nuestra experiencia y son susceptibles de desadaptar a la persona y generar diferentes trastornos psicológicos.

Fue el gran psicólogo clínico norteamericano Albert Ellis quien, hace ya varias décadas, con su Terapia Racional Emotiva estableció las bases de la reestructuración cognitiva como método terapéutico fundamental en la TC, a través de su conocido modelo A-B-C. Explicado de forma my resumida, en este modelo, A define el acontecimiento negativo que genera una consecuencia negativa C, pero que no es en realidad la causa de la misma, sino que la auténtica causa son las creencias, B (beliefs, en inglés), que determinan nuestra interpretación de lo sucedido, generando pensamientos automáticos que cronifican patrones A-B-C- muy erróneos y mórbidos. En consecuencia, se tratará de analizar y ahondar en tales creencias, diferenciándolas entre irracionales y racionales y tratando de sustituir las primeras por las segundas.

Aunque actualmente este modelo ha ido ampliándose y ha evolucionado en su planteamiento y aplicación con la llegada de las terapias cognitivas de tercera generación y también con el constructivismo, todavía representa la esencia de un enfoque terapéutico riguroso muy aceptado y utilizado, que ha demostrado sobradamente su eficacia en miles de pacientes con trastornos psicológicos muy diversos.

Volviendo al actual enfoque en la TC, podemos decir que lo más relevante y trascendente en nuestra organización cognitiva, parece ser el significado que atribuimos a nuestra experiencia y las creencias que éste nos genera, ya que es lo que conecta nuestros pensamientos con las emociones que acabamos experimentando y las conductas que realizamos en consecuencia, retroalimentándose y tejiendo potentes circuitos de los cuales puede ser difícil escapar. A partir de ahí es cuando podemos aplicar las citadas técnicas y procedimientos de reestructuración cognitiva, que en conjunto tienen como objetivo que una persona aprenda a reorganizar mejor la forma de procesar de su pensamiento y consecuentemente la forma de sentir y de actuar.

En este sentido y recordando a Ellis, la expresión clave son las Distorsiones Cognitivas, que consisten en patrones erróneos de pensamiento -derivados de creencias personales y de significados subjetivos aprendidos previamente-, que utilizamos en nuestra interpretación de la realidad, y que nos acaban generando pensamientos automáticos, los cuales a su vez nos generan una elevada alteración emocional que acaba propiciando comportamientos igualmente alterados. De este modo se conforma un esquema cognitivo desadaptativo que a menudo se cronifica y origina numerosos trastornos psicológicos.

Distorsiones cognitivas como el filtraje o abstracción selectiva, la sobregeneralización, la polarización, la interpretación del pensamiento, la personalización o la visión catastrófica, entre otras, generan múltiples interpretaciones deformadas en nosotros, que a menudo las tomamos como ciertas y nos impiden juzgar racionalmente las experiencias de cada momento contribuyendo a mantener numerosas creencias irracionales que nos determinan las emociones y la conducta final.

En definitiva pues, podemos intuir que los beneficios de la terapia cognitiva no son algo menor para cualquier persona que quiera o necesite realizar una revisión personal de “su forma de pensar”, sino al contrario, representa toda una reeducación de las bases del propio pensamiento y, por lo tanto, en la medida en que contribuye a un mejor entendimiento de nosotros mismos, nos ayuda a sentirnos y a adaptarnos mejor a nuestro entorno, mejorando significativamente nuestro equilibrio emocional y por lo tanto nuestra calidad de vida.

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