Esta semana la mayoría de los alumnos que han terminado el Bachillerato se enfrentan a la selectividad. Esta prueba de acceso a la universidad se vive a menudo con inquietud por toda la presión que el estudiante puede sentir encima. La ansiedad y angustia ante los exámenes son situaciones comunes que muchos alumnos viven en las evaluaciones durante todo el curso.
Estas reacciones emocionales negativas e incómodas ante la anticipación de una situación estresante como es un examen, no se debe vivir como una ‘normalidad’ ni pasar por alto. Es cierto, que está demostrado que cierto grado de tensión anticipatoria es positivo porque sirve para mantener activas las facultades intelectuales, físicas y emocionales, además de mejorar el rendimiento; pero esta tensión puede convertirse fácilmente ansiedad, y darse el efecto contrario: una evaluación se convierte en un hecho amenazante que se vive como algo insuperable, y a la que se da una importancia exagerada.
Los principales síntomas no se alejan de los que cualquier niño o adolescente podría tener al pasar por otro proceso ansioso de diferente origen. Podemos ver que hay pérdida de apetito, o descontrol alimentario (comer entre horas o muchas cantidades de forma ansiosa), alteración del sueño con dificultades de conciliación, pesadillas o dormires poco profundos, estado de ánimo irritable y pensamientos negativos y catastróficos cuando se piensa en los futuros resultados de la evaluación.
índiceEn este caso, puede ser necesario iniciar una intervención dirigida a la disminución del estado ansioso, llevando a cabo técnicas de relajación, y de reestructuración cognitiva hacia los pensamientos negativos asociados a un examen. Además, sería recomendable dotar al estudiante que sufre ansiedad y estrés ante situaciones evaluativas de recursos a nivel organizativo, de planificación y de técnicas de estudio para afrontar los exámenes con más tranquilidad y seguridad.