En líneas generales la mayoría de las personas sentimos cierta resistencia a las normas cuando éstas nos son impuestas. No es de extrañar pues, que nuestros niños y adolescentes tengan dificultades para seguir las normas o los límites que los adultos queremos imponer. ¿Debemos imponer las normas? ¿Debemos recurrir al “porque sí”, ” porque lo digo yo ” cuando no obtenemos la respuesta que queremos de nuestros niños ?

Es sabido que cuando la gente participa activamente en una decisión o en una norma que les afecta, la motivación para cumplirla es mayor. Los adultos debemos guiar este proceso y llegar a acuerdos justo para nosotros y para los niños. No debemos confundir esto con dejar que el niño imponga su voluntad. A continuación, se darán una serie de pautas para el establecimiento de normas y límites a nuestros niños y adolescentes desde la asertividad:

– Las normas deben tener una razón de ser y siempre deben acompañarse de una explicación lo más clara posible. Después de dar la explicación debemos asegurarnos de que ésta se ha entendido. Lo podemos hacer preguntando: ¿qué se debe hacer? ¿Qué no se debe hacer? O el porqué tenemos que hacerlo así.

– A partir de los 4-5 años es posible dialogar con los niños y pactar algunas normas y límites siempre adaptados a su edad. Lo importante es, a cualquier edad, hacerles partícipes del establecimiento de normas. Esto los hace sentir útiles, importantes y trabajamos también la capacidad y habilidad para tomar decisiones.

– Es importante saber elegir el momento para hablar del establecimiento de normas y límites. No es un buen momento, cuando ha habido alguna discusión, cuando el adulto o niño están nerviosos… Hay que buscar un momento de pausa y donde se pueda poner toda la atención en el tema.

– Debemos tener en cuenta que las normas no deben ser excesivas. El niño también debe crecer en un ambiente relajado y donde no prima la rigidez o donde todo está prohibido.

– El refuerzo positivo es clave si queremos una continuidad en el cumplimiento de las normas. Debemos valorar positivamente el comportamiento, actitud y conducta que el niño hace siguiendo las premisas que se han negociado y acordado de forma conjunta.

– La asertividad debe ser el estilo comunicativo y la herramienta útil que nos ayude en todo este proceso. Ser asertivo implica una forma de expresión consciente, directa, coherente y firme para comunicar nuestras ideas y sentimientos. Implica no herir al otro, tener una escucha activa ante nuestros niños; mostrar interés, dedicarles tiempo, dejar que se expliquen y evitar reproches. En lugar de reproches o gritos debemos aprender a utilizar los ‘mensajes yo’, es decir, expresar lo siguiente: ” Cuando tú haces / dices …………. YO ME SIENTO…… En cambio, me gustaría que hicieras / dijeras …….. “. Los ‘mensajes yo ‘ son muy importantes porque hace que expresemos el sentimiento que nos provoca una conducta, y no nos centremos en lo que hace el otro, no acusamos. De esta forma, sin provocaciones, las probabilidades de enfrentamiento y discusión son mucho menores.

– Si a pesar de ello, la conducta que queremos controlar, la norma o límite a establecer, no se cumple como esperábamos deberemos preguntarnos si éste se ha planteado de la forma correcta. ¿El niño sabe el porqué de esta norma? ¿Le hemos hecho partícipe de su establecimiento? ¿Tiene nuestra atención, ayuda y apoyo cuando la requiere?…

Es cierto también, que algunos niños y adolescentes pueden tener dificultades en la regulación del comportamiento y la conducta que vayan más allá de lo esperado por desarrollo o por edad. En esta situación, la consulta a un especialista sería indicada; para dar pautas más específicas y para descartar trastornos asociados a la sintomatología presentada.

Otras entradas que te interesarán

¿Qué es la Psicología Positiva?

La expresión “psicología positiva” es, desde hace unos años, una de las expresiones más repetidas dentro del ámbito de la salud y el bienestar, y se ha convertido en uno de los enfoques psicoterapéuticos más utilizados en el momento actual. Pero, ¿de dónde viene y qué significa exactamente?

Dolor emocional

El dolor emocional puede llegar a ser más intenso que el dolor físico. Esta frase es muy cierta y, la mayoría de nosotros, sufrimos este dolor emocional en algún momento u otro de nuestra vida, ya que es inherente a la condición humana.

Cuando comemos por ansiedad

Cuando gestionamos situaciones tensionales que desbordan nuestros recursos psicológicos, el malestar emocional resultante que se genera en nosotros nos puede empujar a recurrir a la comida, a saciarnos rápidamente, como mecanismo ansiolítico que aparentemente nos devuelve a un estado de tranquilidad y satisfacción. Sin embargo, se trata de un efecto efímero, que nos puede acabar generando problemas físicos y psicológicos, más allá de sus efectos supuestamente relajantes.

El poder del miedo

“El miedo se ha convertido en una emoción primaria dominante en la sociedad actual. Tanto el temor que nace de las circunstancias colectivas -desastres naturales, guerras o crisis económicas-, como el que surge de nuestro interior, especialmente del cerebro -fobias ansiedad, angustia, pánico o incertidumbre”.